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Mostrando las entradas de junio, 2021

IV. Arena y mar

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          Mucho había tardado en llegar a ese tópico tan recurrente en la poesía en general, y en mi poesía en particular: el amor romántico. Siempre con quince años, escribí un poema dirigido al protagonista de mis sueños más persistentes: ese esperado compañero idóneo que algunas personas conciben como "alma gemela" o "llama gemela". Y sí, mi anhelo tiene que ver con almas, con una conexión entre almas, y con un amor que presentaría los rasgos de una llama; pero no tanto con la idea de la "gemelidad". Porque a esa alma, la imagino como parecida a la mía, pero complementaria en sus diferencias, algo así como las famosas representaciones gráficas del yin y el yang. Tal vez sea por ello que prefiero la expresión en inglés " soul mate ", compañero de alma.     Dicho esto, a los quince años me inspiró esta mezcla entre poema lírico y de verso libre, cuyos versos número 1 de las distintas estrofas riman entre sí, lo mismo es válido para los versos nú

III. Mi primer poema publicado

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     De aquel primer poema que escribí "para mi mami" a los ocho años , pasamos al que titulé "A mi madre" a los quince. A diferencia del primero, que brotó espontáneamente sin que nadie me indicara hacerlo, este segundo lo escribí como tarea de redacción para la clase de idioma español, en el marco de la celebración del Día de la Madre de 1996.     Por extraño que suene (o tal vez ustedes estarán de acuerdo conmigo),  el poema que había escrito unos siete años antes  me parece superior en forma, aunque ambos comparten el mismo fondo: el profundo amor hacia mi madre. Sin embargo, el poeta guatemalteco Francisco Morales Santos habrá encontrado algo de valor en este que compuse siendo adolescente, puesto que decidió incluirlo en el número 4 de la Revista  Algarero Cultural , en 1999.       Aún recuerdo vívidamente mi intensa emoción al toparme por primera vez con la sede de Editorial Cultura -que él empezaba a dirigir por entonces- un día en que caminaba por las calle

II. Quince años, cuatro estrofas

     De los ocho años doy un salto a la adolescencia, al momento en que aparece un poema que ya no suena tan infantil. Lo escribí justo cuando cumplí quince años y fue uno de los primeros en que me ejercité con la rima y la métrica: cada verso es hexasílabo y terminado en una palabra llana; y cada estrofa es de cuatro versos que riman de manera alternada. Me gustaría rescatar aquí cuatro de esas estrofas: Hace ya quince años vine a este mundo de seres extraños y dolor profundo. En mi corta vida penas ya he llorado pero cada herida el tiempo ha cerrado. (...) Cometer errores mucho me ha enseñado y los sinsabores atrás no han quedado. Agradezco al Cielo mis satisfacciones; gracias doy al Cielo por mis decepciones.      A los dieciséis años habría de abandonar para siempre la religión católica (es más: la religión a secas) y más tarde habría de ser agnóstica durante muchos años. Cuando escribí ese poema, en cambio, me encontraba haciendo mi mejor esfuerzo para ser una buena cristiana y te

I. Mi primer poema

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     A manera de introducción a este blog, comparto aquí el primer poema que haya escrito. A diferencia de mi primer texto narrativo, que redacté “por encargo” de algún maestro de primaria, mi primer poema brotó en casa, de manera espontánea y sorpresiva, como de un salto, desde quién sabe qué rincón. Nadie me lo ordenó. Es más: nadie me había enseñado a, ni me había dado el ejemplo de, hacer poesía. Tenía yo ocho años, una de esas edades en que empieza el uso de razón, y estaba yo lejos de entender de dónde había salido esa idea, ese impulso, esa urgencia de ir a tomar papel y bolígrafo y volcar allí esta serie de palabras que iban así: PARA MI MAMI Para mí una flor es bella Para mí una canción es una consejera Para mí la luz es refugio y consuelo Y tú para mí eres              la luz   una flor   y una canción Así, tal cual, con sangría creciente al final y todo. Bueno, ni tan “tal cual”: a pesar de que a mi corta edad ya era yo una apasionada de la or